Por Salvador Montoya/Escritor
Redactó
el inmenso filósofo venezolano Ludovico Silva que: “Interesa mayormente responder a la pregunta: ¿cuál es la diferencia
específica del mundo de hoy? Podemos adelantar que uno de sus rasgos más
salientes es su universalidad planetaria” (Ludovico Silva, La interpretación femenina de la historia,
Caracas, Ediciones Centauro, 1987, pp. 140-141). Y sobre ese rasgo el poeta
venezolano Gustavo Pereira narra una parábola hermosa de cómo la búsqueda de mundos es paradójica,
donde un joven poeta suramericano parte hacia cierta región del Asia Oriental,
en Shandong, pues allí según se
encontraba la sabiduría. Padeció mil avatares y después de llegar al muelle
oriental de Alejandría se encuentra con un viejo de barba blanca y larga, quién
le preguntó qué barco debía tomar para viajar a América. Y por último el viejo
le dice: “Vengo de Shandong, y voy a tu
país en busca de la sabiduría” (Gustavo Pereira, Cuentas, Caracas, Monte Ávila Editores, 2007, p. 38). Ya planteaba
George Orwell en su novela 1984 como
el poder invade los sueños de la gente. Ese
es el mundo de hoy: gira alrededor de un consumo baldío, con un pragmatismo
suicida, y excluye aquellos que disienten del sistema. De tal forma que las
personas no se sienten plenamente realizadas sino tienen el auto de sus sueños,
o no se visten como tal artista de televisión. Están cosificados. Sin embargo,
hay pueblos que siguen el camino del ser
humano en sabiduría. En la película Seven
(traducida como Los pecados capitales)
termina la historia haciendo alusión a un pensamiento de Hemingway: “El mundo es un maravilloso lugar por el que
merece la pena luchar”. El personaje central de la película agrega que él
está de acuerdo con la segunda parte de ese pensar. Yo diría que: mientras se luche, la vida en el mundo
siempre será maravillosa.
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