sábado, 19 de enero de 2013

LA NORMAL RESPIRACIÓN DE LA INTELIGENCIA

Por Salvador Montoya/Escritor
 
En uno de sus magníficos aforismos argumentó Kafka que: “Antes no entendía por qué no recibía ninguna respuesta a mi pregunta, hoy no comprendo cómo pude creer que podía preguntar. Pero antes no creía en absoluto, sólo preguntaba”. Las mayores épocas de creación de un pueblo llegan cuando sus miembros son capaces de hacerse inquisiciones retadoras e inquietantes. Aquella persona que se hace incógnita para contestar las preguntas de la vida amplía sus inteligencias múltiples. ¿Qué fue el Boom latinoamericano de literatura sino preguntas audaces de nuestra cultura a la condición humana? ¿Qué fue nuestra etapa independentista sino momentos históricos para el cavilar sobre nuestra soberanía y libertades políticas y culturales?  Escribió el grandioso Jorge Luis Borges que: “Pensar, analizar, inventar (me escribió también) no son actos anómalos, son la normal respiración de la inteligencia…Todo hombre debe ser capaz de todas la ideas” (Jorge Luis Borges, Ficciones, Buenos Aires, Alianza Editorial, 1975, p. 59). No obstante, el pensar, el analizar y el inventar pueden estar enmarcados dentro de paradigmas que no permitan el desarrollo de nuevas perspectivas y de nuevos saberes. Por muchos siglos nuestro planeta ha sido eurocentrista. ¿Qué es ser eurocéntrico? Significa pensar que la filosofía nació en Grecia, pensar que los griegos son los primeros grandes filósofos de la humanidad. Que la Edad Media tiene una significación mundial. Y que la filosofía moderna europea  –que gracias a la revolución industrial se impone casi en todo el mundo- es la única filosofía, y que es la única para el futuro. Esos sofismas hay que romperlos con inteligencia, audacia y autodeterminación sino seguiremos avanzando por un camino mediocre. La humanidad tiene 7 mil años de estar escribiendo su propia historia, es decir tiene 7 mil años pensando los temas humanos, sus contradicciones, sus pasiones, sus infiernos, sus virtudes, sus progresos, sus caídas. Entonces no podemos reducir la humanidad al pensar de ciertos filósofos y pensadores nada más, hay que tomar en cuenta al planeta entero. Señaló el poeta eximio Eugenio Montejo: “Seré un cadáver como ahora lo soy, /cavilador, absorto en lo sagrado, /pero liviano y fácil de llevar” (Eugenio Montejo, Antología poética, Caracas, Monte Ávila Editores, 1996, p. 47). Estamos muertos en la medida en que dejamos de preguntarnos por nuestra existencia, en la medida en que estamos dopados por el consumismo, el fariseísmo y la banalidad. Quien cavila sus pasos respira su vida inteligentemente.

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