Por Salvador Montoya/Escritor
Es conocido que cuando el inmenso
escritor Julio Cortázar supo de la muerte del Che Guevara, le escribió, con
conmoción, un breve poema. En una de esas líneas decía: “Yo tuve un hermano/…mi hermano mostrándome/detrás de la noche/su
estrella elegida/”. Estos dos hombres intentaron ganar al mundo de diversas
maneras, y en ellas arriesgaron sus
sangres, sueños, tragedias y utopías. Jesús de Nazaret expone que: “Pues, ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo
el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo?” (Lucas 9.25). El rabí de
Galilea se pronuncia no en contra de ganar al mundo, más bien, hace énfasis interrogativo sobre el propósito,
y si además ese camino te lleva a la destrucción y a la perdición. En el libro La carrera por ganar al mundo, Lowell
Bryan y otros pensadores empresariales disertan sobre las estrategias para
tener éxito bajo la economía mundial globalizadora. El hombre contemporáneo mantiene su deseo de conquistar y de dominar.
La sabiduría de Jesús nos enfrenta con cuatro verdades para el hecho de estar
ganando al mundo: Un ganador de mundo trabaja
para beneficiar al mundo, un triunfador de mundo edifica para otros, un
conquistador de mundo no se autoaniquila y un dominador de mundo lo mueve
ideales de justicia y de hermandad. El economista Joseph Stiglitz, en su
libro El precio de la desigualdad, analiza
la división actual del mundo y cómo vamos a la destrucción si no reformamos el
sistema de vida. Un desafío claro, quien
quiera ganar al mundo debe apoyar caminos liberadores. Y esos senderos los
transitan quienes siguen a Jesús y su sabiduría fulgurante, como estrella
elegida de vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario