En una ocasión al
grandioso escritor Miguel Delibes le preguntaron qué epitafio le gustaría que
pusieran en su tumba. Él respondió: “Cristo,
espero que cumplas tu promesa”. Ese mismo genio de la pluma escribió su
última novela sobre los juicios de la Inquisición a los heresiarcas
protestantes. Delibes tituló esa obra: El
Hereje. El principio del novelista español es lúcido: a veces llamamos herejes a quien sencillamente rompe con el status quo.
Él mismo apóstol Pablo fue considerado hereje por sus compatriotas, al predicar
a Cristo: “Pero te confieso, que según el
Camino que ellos llaman herejía, así sirvo al Dios de mis padres, creyendo
todas las cosas que en la ley y en los profetas están escritas; teniendo la
esperanza en Dios, la cual ellos también abrigan, de que ha de haber
resurrección de los muertos, así de justos como de injustos. Y por esto procuro
tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres”
(Hechos 24.14-16). Se mueve alguien en
herejía cuando su conducta transforma para bien su historia. Demuestra Enrique
Dussel que en América Latina ha sido sacudida por tres grandes eventos que
muchos consideran herejías
contemporáneas: “Por ello, la llamada
“Teoría de la Dependencia” –junto al “boom literario” y la Teología de la
Liberación- fue quizá el producto epistemológico teórico-cultural de mayor importancia
en la segunda parte del siglo XX en América Latina” (Enrique Dussel, Política de la liberación, Caracas, El
perro y la rana, 2011, p.238). Con la Teoría
de la Dependencia se demostraba que nuestro subdesarrollo económico se
debía a la dominación de unos países sobre otros, con el Boom literario que analfabetos y bárbaros (así nos llaman los
eurocentristas) podían hacer literatura de primer nivel y con la Teología de la liberación se implementó
el uso de la fe religiosa como factor de liberación para los oprimidos. Todavía
se consideran heréticos quienes apoyan esos hechos. Para el apóstol Pablo ser hereje en su cultura era: servir a Dios,
creer en su palabra, tener fe en la resurrección y tener una conciencia de
justicia. En Latinoamérica eres
hereje si usas tus talentos y dones para liberar a tu pueblo de cualquier neocolonialismo
teórico, político, económico, social o mental. Ahora bien, esto no es
nuevo. Describe Eduardo Galeano que el obispo Prisciliano y sus discípulos
cristianos por el siglo IV d.C., fueron asesinados por la iglesia debido a
estos cargos: “…bailaban y cantaban y
celebraban la noche y el fuego, convertían la misa en una fiesta pagana de
Galicia, la sospechosa tierra donde él había nacido, vivían en comunidad y en
la pobreza, repudiaban la alianza de la Iglesia con los poderosos, condenaban
la esclavitud y permitían que las mujeres predicaran, como sacerdotes”
(Eduardo Galeano, Espejos, Buenos
Aires, Siglo XXI Editores, 2008, pp.68-69). Y saber que aún esos cargos se
siguen muchas veces estigmatizando.
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