Por Salvador Montoya/Escritor
La literatura de Kafka está llena de
eventos paradójicos, deja en el alma del lector un semblante atónito y una furia existencial. En su brevísimo
cuento El buitre, asistimos a una
muerte de un hombre indefenso, que esperando la ayuda de otro se le hace
imposible sobrevivir, ya que el buitre le asesta un picotazo mortal. Quien le
ofreció la ayuda no tenía un fusil para matar al buitre y yendo a su casa a
buscarlo es cuando el animal ejecuta la muerte. En los caminos de nuestro
tiempo globalizado estamos enfrentando
esos dilemas continuamente. Hace dos mil años Jesús decía: “Cuando hagas banquete, llama a los pobre,
los mancos, los cojos y los ciegos; y serás bienaventurado; porque ellos no te
pueden recompensar, pero te será recompensado en la resurrección de los muertos”
(Lucas 14.13-14). La demanda de Jesús potencia el espíritu de nuestra
existencia. ¿Para qué vivimos? ¿Somos
solidarios por nuestros intereses o porque tenemos conciencia de nuestra humanidad?
¿Qué tan humanamente actuamos o el egoísmo y la insensibilidad nos gana la batalla
de la vida? Son interrogantes duras, difíciles como la narrativa de Kafka. Le
refirió cierta vez Ernesto Sábato a Luis Britto García que: “Cuando se puso de moda el kafkismo, dije: hay
que inventar un tónico contra la Kafka” (Luis Britto García, Conciencia de América Latina, Caracas, Editorial
Nueva Sociedad, 2002, p.133). El principio de Jesús es medicina efectiva: quien
haga espacio para servir en el banquete de su vida a los indefensos conocerá la
diferencia entre vivir en lo efímero y existir anclado en la esperanza y en el amor
compartido. Y no es utopía, es el derecho
de ser humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario