Por Salvador Montoya/Escritor
En un país democrático como el
nuestro y que tuvo un pasado reciente dirigido por los códigos del mensaje
populista es relevante establecer que todavía impera en muchos sectores de la
vida nacional una lengua de la demagogia.
El demagogo actúa como que si fuera él la historia, pregona su discurso como si
los ciudadanos fueran carentes de conciencia y banaliza el diálogo de las ideas.
El maestro Luis Britto García denomina esos actos como caldo de cultivo para
una “explosión social” (Luis Britto
García, La lengua de la demagogia,
Caracas, El Correo del Orinoco, 2011). Se vive bajo demagogia al evitar
reconocer las políticas públicas exitosas. Se
vive bajo demagogia al creer que la verdad del país está anclada en las
noticias de un solo canal informativo. Se vive bajo demagogia al aplaudir
que se convierta el juego democrático en un envilecimiento colectivo. Y otro peligro criminal es que esos hechos
crean un gusto por lo caótico, por las catástrofes: se está en expectativa
constantemente de que el apocalipsis será inminente. Revela Bourdieu que el
gusto social está establecido por dos aspectos: “el nivel de instrucción y el origen social” (Pierre Bourdieu, El sentido social del gusto, Buenos
Aires, Siglo XXI, 2010, p.231). Superar
el abismo demagógico exige formarse un gusto transgresor de los paradigmas de
la desigualdad social. Difunde el investigador venezolano Albornoz que: “¿Cuáles son los valores básicos y cuáles son
las creencias esenciales del venezolano? En principio y en general son los que
se apoyan en la doctrina de la Iglesia Católica” (Orlando Albornoz, La sociedad venezolana, Caracas,
Editorial Arte, 1976, p.51). Albornoz concluye que ese mensaje católico diseña una mentalidad tradicionalista que
desacelera la sociedad. Se vuelve pues demagógico. Dice el físico Wagensberg
que: “Una revolución es siempre alguna
clase de rebelión contra alguna clase de mediocridad”. Y la demagogia es mediocre,
y al no destruirla los Tartufos de la historia le ganarán la batalla a nuestra
inteligencia democrática.
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