Por Salvador Montoya/Escritor
En maravillosa novela
breve, La cara de la desgracia,
Onetti hace afirmar a uno de sus personajes una apreciación muy cínica, que
describe muy bien nuestra actualidad mundial: “La vida es una idiotez complicada” (Juan Carlos Onetti, Cinco novelas cortas, Caracas, Monte
Ávila Editores, 1997, p.93). Hay una fiesta incesante por parte de aquellos que
quieren mantener en la mediocridad al
planeta para así expoliar y neoesclavizar a los pueblos. La parte estúpida
la viven unos y lo complicado lo pone el
sistema desigual contemporáneo. Sin embargo, podemos superar esos males, hay una sabiduría que nos asiste. Jesús de
Nazaret vivió con sus discípulos un evento muy aleccionador sobre estas
materias. Ocurrió que los discípulos fueron a un sitio donde las gentes no
quisieron recibirles, entonces sus discípulos enojados le dijeron a su Maestro,
que ellos podían quemar a esas personas por excluirlos, haciendo descender
fuego del cielo. Asi que Jesús actúa de esta manera: “Entonces volviéndose él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de
qué espíritu sois; porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas
de los hombres, sino para salvarlas” (Lucas 9.55-56). Los que son adictos a lo efímero se conducen por la vida con sofismas y
medias verdades. Y eso es poseer un espíritu vacío. Por otro lado, la persona con adicción a la
superficialidad apoya los sistemas destructores de la humanidad. Y por último,
quien actúa con simpleza procura
esclavizar a los demás. Argumenta Gilles Lipovetsky, en su texto El imperio de lo efímero, que el
individualismo atroz que se vive en nuestro mundo forma una cultura-mundo para
la dejadez. Es dejar que las artes se banalicen,
que las ciencias piensen en guerras y destrucciones, que nos dominen marcas y
productos y que los valores humanos sean reliquias de museo. Quienes siguen a Jesús tienen un
espíritu diferente, llevan renovación y amor al mundo. Para salvar las almas de
los hombres se precisa hermandad, sabiduría, inteligencia y humildad. Esos son
los rostros de la gracia. Los apasionados por la excelencia y las maravillas de
la vida.
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