Por Salvador Montoya/Escritor
El exquisito escritor
Edmond Jabés escribió en su texto de culto El
libro de las preguntas que: “Pensar
es andar tras una pregunta”. De tal
interrogante emergen los diálogos que tendremos con la vida, las conjeturas que
haremos sobre nuestras vivencias y proyectos y las conclusiones que sintetizaremos
de lo que somos. Por los años 90 del siglo XX, los investigadores James
Patterson y Peter Kim hicieron unas series de encuestas a la población
norteamericana. Una de ellas versaba sobre la pregunta: ¿qué harías por diez
millones de dólares? Le ofrecían a los entrevistados las siguientes opciones:
ceder a los hijos en adopción, cambiar de raza, prostituirse por una semana,
renunciar a la ciudadanía, abandonar la pareja, matar a un desconocido, dejar
la iglesia, hacerse un cambio de sexo quirúrgico, abandonar la familia. El
resultado fue que todos los entrevistados se decidieron por algunas de las opciones.
(Véase James Patterson y Peter Kim, The
day America told the truth, New York, Prentice Hall Press, 1991). Esa pregunta definió
el precio de la vida de una cultura. Porque
las preguntas definen la dignidad fáctica que posee una persona. Josep Muñoz
Redón en su ensayo El libro de las
preguntas desconcertantes propuso con sarcasmo y elegancia pensar sobre las 18 inquisiciones del hombre: vida,
hombre, cultura, libertad, bien, lenguaje, verdad, placer, amor, filosofía,
sociedad, poder, tiempo, historia, belleza, felicidad, justicia, ser. Las 18 interrogantes son desconcertantes no
para vaciar al hombre de sus valores sino para potenciar su espíritu y elevarlo
para cosas maravillosas y desafiantes. Mortimer Adler, famoso editor de la
Enciclopedia Británica, reprochado por su carga eurocéntrica en sus planteamientos,
sin embargo, él definió que la cultura humana ha dado 103 grandes ideas. A través de esas 103 ideas dialogamos y pensamos
lo que somos. Por ello, quien anda tras
la pregunta de seguro se equivocará, pero tendrá el placer y el goce de pensar
su humanidad y no dejarse llevar por aquellos que odian el pensamiento.