domingo, 22 de abril de 2012

LA VIDA SANGRA

Por Salvador Montoya/Escritor
La vida sangra: eso no es secreto. La vida sangra en tragedia y en comedia: he allí la maravilla. Judith conoce esas verdades por sus heridas, por sus esperanzas, por su historia que es una sonrisa que se ensancha o una agonía que se fortifica. Hace tiempo asumía que para estar a la altura de la sociedad de la sociedad debía poseer unos requisitos académicos, que si bien abren puertas, tampoco son garantía de felicidad.
-Quizás no estaba bien, pero yo creía de mí, que no era gran cosa en la vida.
Su voz se apaga pero sus ojos se hacen llamarada. Esconde lágrimas, quizás por las noches o por los días. Sin embargo, ella trabaja, estudia, se sacrifica por su hijo, tiene dilemas con su historia personal como todo aquel que quiere un vivir genuino, sincero. Ella posee el sentimiento trágico de la vida de Unamuno. En el caney universitario: hablamos, reímos, nos abrazamos y guardamos silencio. Pero hoy ella ya no soporta quedarse en incertidumbres, intuye formas inéditas de ser feliz. Su mirada pregunta tantas cosas: ojalá que mi voz la alcance.
-Ser feliz debe ser cuestión de por lo menos una certeza: saber que en nuestro tiempo en la tierra somos artistas de la felicidad- diserto yo con modestia.
Y luego relaciono ese arte con la espiritualidad, con Jesús de Nazaret, con la cultura, con la amistad. Son terrenos de compromiso que pisamos. Quiera Dios que Judith y yo sigamos sangrando en ellos.

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