domingo, 22 de abril de 2012

AVISPERO

Por Salvador Montoya/Escritor

Recupera su infancia con el cuento más fabuloso que tiene.
-Salvador… y trepé ese árbol para agarrar el avispero y llevárselo de regalo a mi madre.
Sus ojos verdes se abren y aflora una sensibilidad femenina soterrada. Gaudys atiende a su gente con kinestesia preponderante. Ellos la asumen como pan: cálida, nutritiva, candorosa. Si habla de sus tres hijos su voz dibuja lágrimas de ternura. A veces se sorprende de haber superado cataclismos familiares, derrumbes íntimos, angustiosos. La he visto animada con una canción, ebria de recuerdos con una música romántica. Mientras hablamos la persona que ella atiende en su oficina le cuenta sus males físicos. Gaudys, con actitud servicial, le hace saber que puede ayudarla. Gaudys le busca té y agua. La señora con problemas de salud se retira sosegada y confiada de cambio. Y Gaudys culmina:
-Ilusa yo: por querer llevar un regalo de avispero lo que gané fueron picaduras y caídas.
Entonces nos reímos por esa empática quijotada. Es posible que ella no se dé cuenta que de eso se trata la vida: ser un regalo para alguien, a pesar de las picaduras y las caídas.

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