viernes, 6 de abril de 2012

CENAR CON EL ASESINO

Por Salvador Montoya/Escritor



Se pone el saco y ordena a la servidora que me lleve un café caliente. Gustavo se arregla el cuello de la camisa y me ofrece sus enseñanzas.
-Y luego que me rescató de la inmundicia de la quebrada del diablo, Dios me dijo que invitara a cenar al asesino de mi familia, que le dijera que Dios lo ama.
Se transporta Gustavo a esa época dicembrina. Había pasado tres días llorando desde que la voz divina le había dicho: Yo te amo. Caminó asombrado y llegó a la casa del hombre que le había quitado la vida a un tío, a un primo y a otros familiares. Gustavo le dice al asesino que no está armado, que no tenga miedo.
-Vengo a invitarte a cenar, no vengo a ajusticiarte. Vengo a decirte que Dios te ama.
Con los ojos brillosos de alegría, Gustavo me dice que el asesino cuando escuchó sus palabras comenzó a llorar y le respondió:
-¿Qué tienes tú? Porque siento que algo extraño está sobre mí.
El shock fue mayor cuando llegó a su casa con el invitado de lujo. Su madre y su hermana lo rechazaron. Sin embargo, Gustavo apacible, les dice:
-Pero Dios es amor y él nos ama, madre.
Cenar con el asesino no es lo increíble, lo maravilloso es el amor lo que hace cambiarle el destino a todos. Y tomamos café con los corazones contritos.

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