sábado, 1 de diciembre de 2012

PADRE E HIJO

Por Salvador Montoya/Escritor



     Entramos en el taxi. El hijo como copiloto le sonríe a su padre, el piloto. Yo, como amigo del hijo, soy testigo de sus conversaciones híbridas, irónicas y faltas de tozudez. Es el vicio de lo familiar.
        -¿Cómo te fue hoy, papá? 
-         -Bueno, tú sabes. Tuve que rescatar por la mañana a un amigo taxista y ayudarle a comprar unos repuestos y perdí la mañana. Por la tarde no he hecho mucho.
     Luis Álvarez, el hijo le sonríe al padre del mismo nombre. Quizás nadie se da cuenta que con esa respuesta está enseñando solidaridad, amor humano y liberador.
       -  Papá, ¿me prestas dinero?
     El padre suelta una carcajada inmensa.  
      - No joda, m’hijo! Cuando tú me pides dinero prestado: así estarás de buchón.
     Otras veces hablan de lo duro de la vida, de fiestas, de los estudios, de los problemas de la ciudad, de deudas, de la vida familiar. En esta ocasión Luis también hace de la carcajada una carismática forma de cariño. Su madre (Chiri, para nosotros) al fumar en sosiego y tomar café conmigo suelta su secreto familiar:
       -Padre e hijo no tienen remedio.
Al llegar a la universidad (nuestro común destino), el único remedio que sentimos es la esperanza de ser felices un día más

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