martes, 6 de noviembre de 2012

LOS IDEALES DEL CIVILIZADO


Por Salvador Montoya/Escritor

Para comprender a Rómulo Gallegos y a su obra debemos dilucidar los ideales del civilizado que de acuerdo a lo que él escribió sobre Santos Luzardo fue lo que motivó al héroe novelesco en su lucha contra Doña Bárbara: “Y decidió lanzarse a la empresa con el ímpetu de los descendientes del Cunavichero, hombres de una raza enérgica; pero también con los ideales del civilizado, que fue lo que a aquellos les faltó” (Rómulo Gallegos, Doña Bárbara, Caracas, Ediciones Populares Venezolanas, pp. 22-23). Y esos ideales eran los principios redentores del país según la perspectiva de Gallegos. Demuestra el poeta y ensayista Juan Liscano que: “Desde su primer pensamiento civilizador, hasta este encuentro definitivo [con Doña Bárbara], Gallegos no había hecho otra cosa que tratar de crear el objeto sobre el cual ejercer el tratamiento purificador sobre el cual practicar una curación de Venezuela mediante el despertar de la conciencia de justicia” (Juan Liscano, Rómulo Gallegos y su tiempo, Caracas, Monte Ávila Editores, 1980, p. 143). Es decir, los flagelos de nuestro pueblo sólo podían ser sanados por ideales civilizatorios. Por eso, el gran investigador galleguiano Ulrich Leo afirma que: “Es así que lo “bueno” en la filosofía de este libro [Doña Bárbara], inevitablemente se ha identificado con la civilización y el progreso” (Ulrich Leo, Rómulo Gallegos y el arte de narrar, Caracas, Monte Ávila Editores, 1984, p. 86). En definitiva, la filosofía de Gallegos es la civilización y la búsqueda infinita de justicia. Ya lo difunde el académico Pedro Díaz Seijas: “Es indudable que en “Doña Bárbara” la isotopía que sirve de vínculo al complejo universo de relaciones en las que destaca el actante fundamental, Santos Luzardo, es la búsqueda de la justicia. Hacia esa búsqueda se enderezan sus funciones, ya en el nivel actancial, ya en el nivel de la narración” (Pedro Díaz Seijas, La gran narrativa latinoamericana, Caracas, Monte Ávila Editores, 1992, p. 20). Y toda lucha por justicia reclama valores intransferibles. Sin embargo, Gallegos como hombre del tiempo positivista creyó que muchas de las respuestas purificadoras de nuestra cultura vendrían de nuestra unión con la concepción eurocentrista del mundo. Revela el investigador José Sant Roz que: “En definitiva, pues, Gallegos atribuía la injusticia tanto a la naturaleza inherente a todos los hombres como al sistema en que vivían. Decía en la novela Doña Bárbara: “Es necesario matar al centauro que todos los llaneros llevamos por dentro”, lo cual era una total locura, una incongruencia, una estupidez. Lo genial que podía tener Doña Bárbara lo debía a nuestras mezclas, a nuestros llaneros y, en definitiva, al centauro que llevamos dentro…Se enfrentaba Gallegos a una confusión interior que le hería  destrozaba. La civilización europea y los adelantos tecnológicos de Estados Unidos lo desconsolaban y acomplejaban” (José Sant Roz, El procónsul Rómulo Betancourt, Caracas, Monte Ávila Editores, 2009, p. 84). Ahora bien, para ser civilizado no es necesario asumir la visión eurocentrista del mundo. Nuestro mestizaje es un bien mayor, es parte de nuestra propia civilización. Enfatiza Gustavo Pereira que: “Ahora se habla en antropología de “interculturación” como opuesto de “aculturación”. Lo primero significa intercambio pacífico y voluntario de rasgos o elementos culturales entre pueblos de diverso o igual desarrollo; lo segundo, practicado por todos los colonialismos y neocolonialismos, despojo espiritual del sometido o avasallado” (Gustavo Pereira, Cuentas, Caracas, Monte Ávila Editores, 2007, p. 28). Ser civilizado es buscar un tratamiento purificador de nuestros males: mediocridad, falta de visión, exclusiones, corrupción. También ser civilizado es sanar las heridas abiertas de nuestra sociedad con estudios, oportunidades, organización popular, progreso en la calidad de vida. Y por último, tener ideales de civilizado es cultivar conciencia de justicia: actuar como protagonistas de nuestra historia, ser activistas de la esperanza que trae la mejor vida social posible. Esa es la gran lección que nos lega el genial Rómulo Gallegos en su vida y obras.     

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