Por Salvador Montoya/Escritor
De cierto, de cierto os digo: El que
Cree en mí, las obras que yo hago,
También él las hará; y mayores que
Éstas hará, porque yo voy al Padre
Jesús de Nazaret
Juan 14.12
Necesitamos ser personas con sentido de historia porque sólo a través de esa conciencia decidimos sobre nuestra independencia. Escribe el filósofo español Agustín González Gallego que: “La conciencia moral es, pues, también conciencia social, conciencia política” (Agustín González Gallego, Antropología filosófica, Barcelona, Montesinos Editor, 1987, p. 104). Una vida sin destino firme y determinado caerá bajo las riendas de la mentira y la desidia. Jesús de Nazaret nos enseña en estos principios emanados de su sabiduría infinita que todo aquel que le sigue y está apasionado por un mundo mejor y tener una vida próspera, abundante y de calidad está llamado a ser un transformador de muchedumbres. Y para ser un transformador de muchedumbres debemos activarnos en 4 ángulos indispensables:
El mundo de la fe. Juan Rulfo nos habla en su novela magistral sobre “un mundo alrededor de la esperanza” (Juan Rulfo, Pedro Páramo, Bogotá, Editorial La Oveja Negra, 1987, p. 7). Por eso, cuando nos referimos a la fe, no hacemos referencia a una cosa esotérica o mística o metafísica, afirmamos que es la condición sine qua non para estremecer las estructuras que apoyan el nihilismo y fortalecer nuestras potencialidades del gran presente y de gran futuro.
El hombre de las victorias definitivas. Jesucristo es el símbolo de aquel que quiere derrotar aquellas cosas que perturban que el hombre sea más humano. Siguiéndole todo será posible, nada nos podrá vencer. Geza Vermes estima sin tapujos: “…ningún estudioso objetivo e ilustrado de los Evangelios dejará de advertir la incomparable superioridad de Jesús” (Geza Vermes, Jesús el judío, Barcelona, Muchnick Editores, 1984, p. 236).
Productor de prodigios. Al que se persuade de estas verdades irreversibles produce en los lugares donde se mueve revoluciones, maravillas, cambios y horizontes. La diferencia entre Doña Bárbara y esta generación es que su horizonte no se lo tragará la barbarie.
Proezas que trascienden. Jesucristo manifestó que cosas mayores hará aquel que no se deja atrapar por la incredulidad, por el temor, por la cobardía, por la dejadez.
Por lo tanto, la audacia de nosotros incide en el carácter y en los hechos de nuestra generación. Activemos pues nuestras virtudes y hagamos proezas.
jueves, 9 de febrero de 2012
ESPÍRITU DE PROEZAS
Por Salvador Montoya/Escritor
Pues Dios no nos ha dado un espíritu
De timidez, sino de poder, de amor
Y de dominio propio
2 Timoteo 1.7
Toda proeza es poner en acción el espíritu de Dios que está en ti y en mí. Por ello, el gran poeta americano Walt Whitman dijo: “Sé que el espíritu de Dios es el hermano del mío” (Walt Whitman, Hojas de hierba, Barcelona, Edicomunicación, 1984, p. 30). Es decir, el espíritu de Dios es uno con el de nosotros. Y si estamos unidos entonces todo es posible. El apóstol Pablo conocedor de esta inmensa verdad, en las postrimerías de su muerte se la escribe a su discípulo Timoteo y sus palabras tienen vigencia amplia en nuestro mundo de hoy. Cuando afirma: “Dios no nos ha dado un espíritu de timidez”, nos está recordando aquellas palabras de Jesús de Nazaret: “Sólo los violentos (valientes) arrebatan el reino de los cielos”. Con suma autoridad Jesús de Nazaret declara que una virtud de sus seguidores es la valentía, el arrojo, la determinación. Los que se llaman cristianos, por eso, no deben ser gente escuálida, de doble ánimo, llenos de temor sino poderosos para cambiar el mundo. Poder en griego es “dynamis”, de allí viene la palabra dinamismo, dinamita. Ese “espíritu de poder” se manifiesta en tres grandes maneras: poder para hacer riquezas, poder de la palabra y poder para ser testigos de lo divino. Dios le dijo al pueblo de Israel a través de Moisés: Acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer riquezas, a fin de confirmar el pacto que juró a tus padres (Deuteronomio 8. 18). ¿Cuál es la manera de hacer riquezas? ¿Cuáles son los principios que debemos seguir? Al mirar la historia observamos que el hacer riquezas de la forma justa hace preciso al menos tres aspectos: conocimiento, administración y justicia. Ahora bien, el poder de la comunicación lo establece Salomón al proclamar que: “La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos” (Proverbios 18. 21). Nuestra comunicación debe ser verdadera y que haga feraz a nuestra condición humana. Hay que saber dar lo mejor a través de las palabras. El intelectual francés Jean Franois Revel nos alertaba al afirmar: “La primera de todas las fuerzas que dirigen al mundo es la mentira” (Jean Francois Revel, El conocimiento inútil, Barcelona, Editorial Planeta, 1989, p. 9). Enfrentar la desinformación y el engaño mediático hace necesario espiritualidad y habilidades exegéticas propias de una persona que se cultiva en sabiduría. Por eso Jesús de Nazaret les dijo a sus discípulos: “Recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1.8). Lo divino que está en nosotros quiere que disfrutemos una libertad feliz, que seamos testigos de la excelencia que produce dejar que nos guien los valores espirituales de la justicia, la paz y el gozo.
El cambio viene siempre desde adentro para después transformar la realidad exterior. Y en un código se resume esa renovación. Anotemos tres ejemplos clásicos: el código de Hamurabi, el areté griego y el boshido japonés. Pero San Pablo a través de Jesús de Nazaret entendió y vivió bajo “el ágape” el único que da vida en abundancia. Y por último, “el dominio propio”, en griego “sofronismos”. En este punto debemos hablar de los valores en que se basa nuestra vida, nuestra familia, nuestros negocios. Y esos valores que fortalecen y construyen una mente sana están determinados por las fuentes del conocimiento a la que acudimos. ¿A quién o a qué acudes por conocimiento? ¿Al periódico, a la televisión, a la publicidad? Tu acción transformadora está supeditada a tu conocimiento. Tener un espíritu de proezas es amalgamar a tus palabras y obras el poder, el amor y el dominio propio. Schiller dijo: “El que hace lo mejor para su tiempo ha vivido para todos los tiempos”. Por lo tanto, pasamos de ser una generación boba, arrodillada ante los vicios sociales y políticos cuando se levantan hombres y mujeres ungidos con el espíritu de Dios para hacer proezas en todas las áreas de la vida. Y nada ni nadie los detiene porque con poder, amor y dominio propio todo es posible.
Pues Dios no nos ha dado un espíritu
De timidez, sino de poder, de amor
Y de dominio propio
2 Timoteo 1.7
Toda proeza es poner en acción el espíritu de Dios que está en ti y en mí. Por ello, el gran poeta americano Walt Whitman dijo: “Sé que el espíritu de Dios es el hermano del mío” (Walt Whitman, Hojas de hierba, Barcelona, Edicomunicación, 1984, p. 30). Es decir, el espíritu de Dios es uno con el de nosotros. Y si estamos unidos entonces todo es posible. El apóstol Pablo conocedor de esta inmensa verdad, en las postrimerías de su muerte se la escribe a su discípulo Timoteo y sus palabras tienen vigencia amplia en nuestro mundo de hoy. Cuando afirma: “Dios no nos ha dado un espíritu de timidez”, nos está recordando aquellas palabras de Jesús de Nazaret: “Sólo los violentos (valientes) arrebatan el reino de los cielos”. Con suma autoridad Jesús de Nazaret declara que una virtud de sus seguidores es la valentía, el arrojo, la determinación. Los que se llaman cristianos, por eso, no deben ser gente escuálida, de doble ánimo, llenos de temor sino poderosos para cambiar el mundo. Poder en griego es “dynamis”, de allí viene la palabra dinamismo, dinamita. Ese “espíritu de poder” se manifiesta en tres grandes maneras: poder para hacer riquezas, poder de la palabra y poder para ser testigos de lo divino. Dios le dijo al pueblo de Israel a través de Moisés: Acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer riquezas, a fin de confirmar el pacto que juró a tus padres (Deuteronomio 8. 18). ¿Cuál es la manera de hacer riquezas? ¿Cuáles son los principios que debemos seguir? Al mirar la historia observamos que el hacer riquezas de la forma justa hace preciso al menos tres aspectos: conocimiento, administración y justicia. Ahora bien, el poder de la comunicación lo establece Salomón al proclamar que: “La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos” (Proverbios 18. 21). Nuestra comunicación debe ser verdadera y que haga feraz a nuestra condición humana. Hay que saber dar lo mejor a través de las palabras. El intelectual francés Jean Franois Revel nos alertaba al afirmar: “La primera de todas las fuerzas que dirigen al mundo es la mentira” (Jean Francois Revel, El conocimiento inútil, Barcelona, Editorial Planeta, 1989, p. 9). Enfrentar la desinformación y el engaño mediático hace necesario espiritualidad y habilidades exegéticas propias de una persona que se cultiva en sabiduría. Por eso Jesús de Nazaret les dijo a sus discípulos: “Recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1.8). Lo divino que está en nosotros quiere que disfrutemos una libertad feliz, que seamos testigos de la excelencia que produce dejar que nos guien los valores espirituales de la justicia, la paz y el gozo.
El cambio viene siempre desde adentro para después transformar la realidad exterior. Y en un código se resume esa renovación. Anotemos tres ejemplos clásicos: el código de Hamurabi, el areté griego y el boshido japonés. Pero San Pablo a través de Jesús de Nazaret entendió y vivió bajo “el ágape” el único que da vida en abundancia. Y por último, “el dominio propio”, en griego “sofronismos”. En este punto debemos hablar de los valores en que se basa nuestra vida, nuestra familia, nuestros negocios. Y esos valores que fortalecen y construyen una mente sana están determinados por las fuentes del conocimiento a la que acudimos. ¿A quién o a qué acudes por conocimiento? ¿Al periódico, a la televisión, a la publicidad? Tu acción transformadora está supeditada a tu conocimiento. Tener un espíritu de proezas es amalgamar a tus palabras y obras el poder, el amor y el dominio propio. Schiller dijo: “El que hace lo mejor para su tiempo ha vivido para todos los tiempos”. Por lo tanto, pasamos de ser una generación boba, arrodillada ante los vicios sociales y políticos cuando se levantan hombres y mujeres ungidos con el espíritu de Dios para hacer proezas en todas las áreas de la vida. Y nada ni nadie los detiene porque con poder, amor y dominio propio todo es posible.
MOVIDOS POR EL KAIRÓS
Por Salvador Montoya/Escritor
Los patriarcas, movidos por envidia,
Vendieron a José para Egipto; pero Dios
Estaba con él, y le libró de todas sus
Tribulaciones, y le dio gracia y sabiduría
Delante de Faraón rey de Egipto
Y sobre toda su casa
Hechos 7.9-10
Homero con su maestría poética en su obra inmortal La Ilíada nos pinta la escena final de Héctor y Aquiles y cómo el héroe troyano al sentir la premonición de la muerte le grita al guerrero aqueo: “Antes de morir déjame hacer algo que repercuta en la eternidad”. Y para repercutir en la eternidad mostró su valentía y su destreza en la lucha. En otras palabras asumió su destino histórico y su papel de hombre a cabalidad. Ahora bien, ¿qué está moviendo nuestras vidas en la actualidad? ¿Cuáles son los retos que nos desafían? Muchas personas están siendo guiadas por el materialismo, la banalidad y la dejadez. Y cuando la vida carece de sentido intrínseco cualquier cosa se recibe como cura o afrodisíaco o como bebida energetizante para el alma. Así que, dos factores pueden alejar o detener el asumir el destino histórico que nos hemos propuesto: las expectativas de los demás y las tribulaciones internas. Por ejemplo movidos por envidia, los patriarcas de Israel vendieron a José, el soñador, el visionario a Egipto. Porque cuando te mueve la envidia vendes a tu hermano, lo llevas a la esclavitud, le tratas de destruir su identidad y su felicidad. Si eres de las personas que cimentan la vida en propósitos nobles y concretos hasta tus más allegados pueden ser los que menos crean en ti y te alejan del futuro que quieras construir. Y esos son momentos críticos en la vida. “Pero Dios estaba con él”, ésta frase nos lleva a pensar en una palabra: KAIRÓS. En la filosofía griega y romana, la experiencia del momento oportuno, la sensación de que llegó el tiempo adecuado para hacer algo, de que estamos maduros, que podemos tomar una decisión determinada: es kairos. En psicología, este término también designa un estado de claridad, un episodio de comprensión profunda. El kairos es desatar los poderes creadores del espíritu y de la historia. Kairos: es el tiempo de Dios en nosotros porque el otro tiempo, el cronos, ese que marca nuestra evolución desde infantes a ancianos debe permitirnos trascender como lo muestra la famosa pintura El Puente de la vida de Walter Crane.
II
Cuando nos movemos por el kairos recibimos cuatro grandes bendiciones: liberación, gracia, sabiduría y autoridad. “Lo libró de todas sus tribulaciones”. No dice que no tuvo tribulaciones, sino que le dio la fortaleza para superarlas. Es sobreponerse a las crisis y problemas lo que te da el carácter y la audacia para ser todo lo que puedes ser. Gracia denota la buena voluntad con que somos recibidos, la belleza de la personalidad que desarrollamos y disfrutamos. Es donaire: soltura y cadencia y agilidad en lo que se dice y se hace. Es distinción, es categoría de lo excelente, de lo próspero. Bajo el kairos también recibimos: sabiduría. El arte de entender los tiempos y estudiarlos y con intuición y sagacidad en la visión, en las palabras, y actos transformar la realidad externa o interna de nuestro ser o de nuestra sociedad. La sabiduría va más allá de los preceptos y las reglas, produce en la persona que la desarrolla virtud para ser feliz y tener paz y la firme convicción de desarrollar el potencial que posee o dirige. Y por último, el kairos da: autoridad. Es el poder delegado para guiar, defender y hacer crecer y prosperar lo que tenemos bajo nuestra responsabilidad, sean bienes o personas. Como afirma el filósofo español Fernando Savater: “‘Autoridad’ viene del término latino auctor, que significa ‘lo que hace crecer, lo que ayuda a crecer’. Por lo tanto, se define como aquello que ayuda a crecer bien” (Fernando Savater, Los diez mandamientos en el siglo XXI, Caracas, Editorial Sudamericana, 2004, p. 74). Se tiene autoridad es para servir mejor, para desarrollar a los que están a nuestro alrededor. La autoridad se potencia en la fuerza moral interior y en la disciplina de la sobriedad y en la calidad y modo de vida. Luis Britto García escribió: “Una generación o individuo que no transforma su realidad nació en vano” (Luis Britto García, Pare de sufrir, Caracas, Biblioteca Últimas Noticias, 2005, p. 133).
El kairos es transformación, es revolución del ser, no lo pierdas.
Los patriarcas, movidos por envidia,
Vendieron a José para Egipto; pero Dios
Estaba con él, y le libró de todas sus
Tribulaciones, y le dio gracia y sabiduría
Delante de Faraón rey de Egipto
Y sobre toda su casa
Hechos 7.9-10
Homero con su maestría poética en su obra inmortal La Ilíada nos pinta la escena final de Héctor y Aquiles y cómo el héroe troyano al sentir la premonición de la muerte le grita al guerrero aqueo: “Antes de morir déjame hacer algo que repercuta en la eternidad”. Y para repercutir en la eternidad mostró su valentía y su destreza en la lucha. En otras palabras asumió su destino histórico y su papel de hombre a cabalidad. Ahora bien, ¿qué está moviendo nuestras vidas en la actualidad? ¿Cuáles son los retos que nos desafían? Muchas personas están siendo guiadas por el materialismo, la banalidad y la dejadez. Y cuando la vida carece de sentido intrínseco cualquier cosa se recibe como cura o afrodisíaco o como bebida energetizante para el alma. Así que, dos factores pueden alejar o detener el asumir el destino histórico que nos hemos propuesto: las expectativas de los demás y las tribulaciones internas. Por ejemplo movidos por envidia, los patriarcas de Israel vendieron a José, el soñador, el visionario a Egipto. Porque cuando te mueve la envidia vendes a tu hermano, lo llevas a la esclavitud, le tratas de destruir su identidad y su felicidad. Si eres de las personas que cimentan la vida en propósitos nobles y concretos hasta tus más allegados pueden ser los que menos crean en ti y te alejan del futuro que quieras construir. Y esos son momentos críticos en la vida. “Pero Dios estaba con él”, ésta frase nos lleva a pensar en una palabra: KAIRÓS. En la filosofía griega y romana, la experiencia del momento oportuno, la sensación de que llegó el tiempo adecuado para hacer algo, de que estamos maduros, que podemos tomar una decisión determinada: es kairos. En psicología, este término también designa un estado de claridad, un episodio de comprensión profunda. El kairos es desatar los poderes creadores del espíritu y de la historia. Kairos: es el tiempo de Dios en nosotros porque el otro tiempo, el cronos, ese que marca nuestra evolución desde infantes a ancianos debe permitirnos trascender como lo muestra la famosa pintura El Puente de la vida de Walter Crane.
II
Cuando nos movemos por el kairos recibimos cuatro grandes bendiciones: liberación, gracia, sabiduría y autoridad. “Lo libró de todas sus tribulaciones”. No dice que no tuvo tribulaciones, sino que le dio la fortaleza para superarlas. Es sobreponerse a las crisis y problemas lo que te da el carácter y la audacia para ser todo lo que puedes ser. Gracia denota la buena voluntad con que somos recibidos, la belleza de la personalidad que desarrollamos y disfrutamos. Es donaire: soltura y cadencia y agilidad en lo que se dice y se hace. Es distinción, es categoría de lo excelente, de lo próspero. Bajo el kairos también recibimos: sabiduría. El arte de entender los tiempos y estudiarlos y con intuición y sagacidad en la visión, en las palabras, y actos transformar la realidad externa o interna de nuestro ser o de nuestra sociedad. La sabiduría va más allá de los preceptos y las reglas, produce en la persona que la desarrolla virtud para ser feliz y tener paz y la firme convicción de desarrollar el potencial que posee o dirige. Y por último, el kairos da: autoridad. Es el poder delegado para guiar, defender y hacer crecer y prosperar lo que tenemos bajo nuestra responsabilidad, sean bienes o personas. Como afirma el filósofo español Fernando Savater: “‘Autoridad’ viene del término latino auctor, que significa ‘lo que hace crecer, lo que ayuda a crecer’. Por lo tanto, se define como aquello que ayuda a crecer bien” (Fernando Savater, Los diez mandamientos en el siglo XXI, Caracas, Editorial Sudamericana, 2004, p. 74). Se tiene autoridad es para servir mejor, para desarrollar a los que están a nuestro alrededor. La autoridad se potencia en la fuerza moral interior y en la disciplina de la sobriedad y en la calidad y modo de vida. Luis Britto García escribió: “Una generación o individuo que no transforma su realidad nació en vano” (Luis Britto García, Pare de sufrir, Caracas, Biblioteca Últimas Noticias, 2005, p. 133).
El kairos es transformación, es revolución del ser, no lo pierdas.
POR ENCIMA DE LOS INFIERNOS
Por Salvador Montoya/Escritor
Y yo también te digo, que tú
Eres Pedro, y sobre esta roca
Edificaré mi iglesia; y las
Puertas del Hades no
Prevalecerán contra ella.
Mateo 16.18
La obra emblemática de Alighieri Dante La Divina Comedia que es un poema sobre el quehacer de la humanidad, desde la santidad hasta la sabiduría; nos ofrece un peregrinaje coloso mediante dos personajes principales: Beatriz y Virgilio, representantes de lo más humano que poseemos. Con ellos atravesamos el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso. El Infierno dividido en nueve círculos nos retrata con hondo vitalismo una panorámica sórdida sobre el corazón humano. Escribió el filósofo alemán Arthur Schopenhauer sobre ello: “¿De dónde sacó Dante el material de su infierno sino del mundo actual? Y a fe que lo hizo con él un verdadero infierno”. Y un real infierno tenemos si rechazamos la sabiduría y la guía de las virtudes. Gabriel García Márquez narra el infierno vivido por el chileno Sebastián Acevedo, un humilde minero del carbón que se prendió fuego para que no se siguiera torturando a su hijo de veintidós años y a su hija de veinte, detenidos por porte ilegal de armas bajo la dictadura de Pinochet. Con maestría describe García Márquez: “Sebastián Acevedo no hizo una súplica sino una advertencia. Como el arzobispo estaba de viaje, habló con los funcionarios del arzobispado, habló con los periodistas de mayor audiencia, habló con dirigentes de la industria y el comercio, habló con todo el que quiso oírlo, inclusive con funcionarios del gobierno, y a todos les dijo lo mismo: “Si no hacen algo para impedir que sigan torturando a mis hijos, me empaparé de gasolina y me prenderé fuego en el atrio de la Catedral”. Algunos no le creyeron. Otros no supieron qué hacer. En el día señalado, Sebastián Acevedo se plantó en el atrio, se echó encima un cubo de gasolina, y advirtió a la muchedumbre concentrada en la calle que si pasaban de la raya amarilla se prendería fuego. No valieron los ruegos, no valieron órdenes, no valieron amenazas. Tratando de impedir la inmolación, un carabinero pasó de la raya, y Sebastián Acevedo se convirtió en una hoguera humana.
Vivió todavía siete horas, lúcido y sin dolor. La conmoción pública fue tan radical, que la policía se vio forzada a permitir que su hija lo visitara en el hospital antes de morir. Pero los médicos no quisieron que lo viera en su estado de horror, y sólo le permitieron hablar por el citófono. “¿Cómo se yo que tú eres Candelaria?”, preguntó Sebastián Acevedo al oír la voz. Ella le dijo entonces el diminutivo cariñoso con que él la llamaba cuando niña. Los dos hermanos fueron sacados de las cámaras de tortura, tal como el padre mártir lo había exigido con su vida, y puestos a disposición de los tribunales ordinarios. Desde entonces, los habitantes de Concepción tienen también un nombre secreto para el lugar del sacrificio: Plaza Sebastián Acevedo” (Gabriel García Márquez, La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile, Bogotá, Editorial La Oveja Negra, 1986, pp. 70-71).
Una convicción de amor lúcido puede sobreponerse al más horroroso infierno como lo hizo ese padre mártir chileno. Pues al caminar en la verdad todos los infiernos de la mentira no podrán jamás tocarte. Señala Jimmy Massey, soldado norteamericano que guerreó en Irak cómo se le develó la podredumbre del sistema al que pertenecía. Por ello escribió un libro titulado Cowboys del infierno donde desnuda con ruda crudeza las vivencias de un soldado alienado sin escrúpulos. Y allí afirma: “Esta es la historia de mi desengaño” (Jimmy Massey, Cowboys del infierno, Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2008, p. 3). El arna ideológica de los infiernos es el engaño, el hacerte creer lo que no eres. Jesús de Nazaret reta a sus discípulos con una pregunta sobre su identidad: quien no esté seguro de quién es Cristo, será un seguidor eunuco de él. Si se tiene una identidad firme se tendrá felicidad, revelación profética de las verdades de la vida, serás iglesia con él y el infierno no te podrá vencer. Eso es ser radical: posees las llaves para abrir cosas maravillosas, tienes autoridad, posees soberanía. Siendo iglesia puedes caminar por encima de los infiernos. La iglesia es “columna y fundamento de la verdad” (1 Timoteo 3.15). Quien se sostiene con la verdad ningún infierno lo derriba. A ellos les canta Lazo Martí al decir:
Felices los que lleno de bravura
Siguen como las águilas su vuelo,
A través de los nublos de la altura
Y contra el rayo asolador del cielo
(Francisco Lazo Martí, Poesía, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 2000, p. 32)
Y yo también te digo, que tú
Eres Pedro, y sobre esta roca
Edificaré mi iglesia; y las
Puertas del Hades no
Prevalecerán contra ella.
Mateo 16.18
La obra emblemática de Alighieri Dante La Divina Comedia que es un poema sobre el quehacer de la humanidad, desde la santidad hasta la sabiduría; nos ofrece un peregrinaje coloso mediante dos personajes principales: Beatriz y Virgilio, representantes de lo más humano que poseemos. Con ellos atravesamos el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso. El Infierno dividido en nueve círculos nos retrata con hondo vitalismo una panorámica sórdida sobre el corazón humano. Escribió el filósofo alemán Arthur Schopenhauer sobre ello: “¿De dónde sacó Dante el material de su infierno sino del mundo actual? Y a fe que lo hizo con él un verdadero infierno”. Y un real infierno tenemos si rechazamos la sabiduría y la guía de las virtudes. Gabriel García Márquez narra el infierno vivido por el chileno Sebastián Acevedo, un humilde minero del carbón que se prendió fuego para que no se siguiera torturando a su hijo de veintidós años y a su hija de veinte, detenidos por porte ilegal de armas bajo la dictadura de Pinochet. Con maestría describe García Márquez: “Sebastián Acevedo no hizo una súplica sino una advertencia. Como el arzobispo estaba de viaje, habló con los funcionarios del arzobispado, habló con los periodistas de mayor audiencia, habló con dirigentes de la industria y el comercio, habló con todo el que quiso oírlo, inclusive con funcionarios del gobierno, y a todos les dijo lo mismo: “Si no hacen algo para impedir que sigan torturando a mis hijos, me empaparé de gasolina y me prenderé fuego en el atrio de la Catedral”. Algunos no le creyeron. Otros no supieron qué hacer. En el día señalado, Sebastián Acevedo se plantó en el atrio, se echó encima un cubo de gasolina, y advirtió a la muchedumbre concentrada en la calle que si pasaban de la raya amarilla se prendería fuego. No valieron los ruegos, no valieron órdenes, no valieron amenazas. Tratando de impedir la inmolación, un carabinero pasó de la raya, y Sebastián Acevedo se convirtió en una hoguera humana.
Vivió todavía siete horas, lúcido y sin dolor. La conmoción pública fue tan radical, que la policía se vio forzada a permitir que su hija lo visitara en el hospital antes de morir. Pero los médicos no quisieron que lo viera en su estado de horror, y sólo le permitieron hablar por el citófono. “¿Cómo se yo que tú eres Candelaria?”, preguntó Sebastián Acevedo al oír la voz. Ella le dijo entonces el diminutivo cariñoso con que él la llamaba cuando niña. Los dos hermanos fueron sacados de las cámaras de tortura, tal como el padre mártir lo había exigido con su vida, y puestos a disposición de los tribunales ordinarios. Desde entonces, los habitantes de Concepción tienen también un nombre secreto para el lugar del sacrificio: Plaza Sebastián Acevedo” (Gabriel García Márquez, La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile, Bogotá, Editorial La Oveja Negra, 1986, pp. 70-71).
Una convicción de amor lúcido puede sobreponerse al más horroroso infierno como lo hizo ese padre mártir chileno. Pues al caminar en la verdad todos los infiernos de la mentira no podrán jamás tocarte. Señala Jimmy Massey, soldado norteamericano que guerreó en Irak cómo se le develó la podredumbre del sistema al que pertenecía. Por ello escribió un libro titulado Cowboys del infierno donde desnuda con ruda crudeza las vivencias de un soldado alienado sin escrúpulos. Y allí afirma: “Esta es la historia de mi desengaño” (Jimmy Massey, Cowboys del infierno, Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2008, p. 3). El arna ideológica de los infiernos es el engaño, el hacerte creer lo que no eres. Jesús de Nazaret reta a sus discípulos con una pregunta sobre su identidad: quien no esté seguro de quién es Cristo, será un seguidor eunuco de él. Si se tiene una identidad firme se tendrá felicidad, revelación profética de las verdades de la vida, serás iglesia con él y el infierno no te podrá vencer. Eso es ser radical: posees las llaves para abrir cosas maravillosas, tienes autoridad, posees soberanía. Siendo iglesia puedes caminar por encima de los infiernos. La iglesia es “columna y fundamento de la verdad” (1 Timoteo 3.15). Quien se sostiene con la verdad ningún infierno lo derriba. A ellos les canta Lazo Martí al decir:
Felices los que lleno de bravura
Siguen como las águilas su vuelo,
A través de los nublos de la altura
Y contra el rayo asolador del cielo
(Francisco Lazo Martí, Poesía, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 2000, p. 32)
LA PATRIA COMO GEOPOLÍTICA DEL SER
Por Salvador Montoya/Escritor
De acuerdo con el DRAE la palabra geopolítica en su tercera acepción significa: “Ciencia que pretende fundar la política nacional o internacional en el estudio sistemático de los factores geográficos, económicos, raciales, culturales y religiosos”. Aunque la palabra geopolítica haya sido acuñada por el general alemán –convertido después en filósofo y geógrafo de la Universidad de Munich luego de la primera guerra mundial- llamado Haushofer, no podemos afirmar que su significado haya estado excluido de las sociedades históricas. Todo lo contrario: aquel que tiene patria, la sostiene con geopolítica. Con razón afirma categóricamente Enrique Dussel: “La patria es la referencia de una identidad procesal, que se va construyendo en la historia, y cuya fidelidad al “acontecimiento fundacional” es necesario renovar continuamente. El “patriotismo” está fuera de moda, pero lo está porque el único patriotismo aceptable es el del Imperio. Todo otro patriotismo es negado. El patriotismo de los Estados periféricos es hoy un vicio. Pienso, sin embargo, que sin la renovación conciente de la afirmación a una tradición patriótica no es posible mover las comunidades políticas periférica “quebradas”, derrotadas, en crisis. Los héroes son los que metafóricamente presentan a la comunidad política dispersa la imagen de su posible reconstrucción” (Enrique Dussel, Política de la liberación: Volumen II Arquitectónica, Caracas, El perro y la rana, 2011, p. 264). Sin embargo, el analista Domingo Alberto Rangel escribe: “La patria, invento o adaptación también de conceptos antiguos a las necesidades del orden moderno, tuvo su cuna también en París. La palabra patria no existe en las lenguas germánicas como el inglés o el alemán. Ella brota o es generada cuando la Revolución Francesa pasa de demagoga a militarista” (Domingo Alberto Rangel, Los tres opios, Quinto Día, 22-29/06/2007). Aunque el exegeta Rangel esté dominado por una conceptualización trasnochada, divulga de manera certera el tipo de doctrina baldía de los postmodernos. Aquella persona que no tiene patria posee una identidad en fuga, difusa. Por lo tanto, hay que renovarnos patrióticamente, tomar conciencia de lo que somos, a qué tierra y a qué historia pertenecemos. Alejándonos de falsos nacionalismos y baratas consignas y eslóganes burdos. Afirmar la voluntad patriótica es derrotar el neocolonialismo, es apoyar el pensamiento constructor de felicidad social y justicia. Porque hay millones que como aquel abuelo homérico de la novela de Luis Britto García Abrapalabra, que llevan la patria: “La patria la trajo en su morral el abuelo desde un páramo, y esperaba regresar vivo para enseñárnosla…Echamos a andar, llevando en los bolsillos la patria” (Luis Britto García, Abrapalabra, Caracas, Monte Ávila Editores, 1980, pp. 136-137). La patria es construcción de humanidad, de almas nobles que no se van a doblegar ante el american way of life o el eurocentrismo. La patria es la cotidianidad de los menesteres sencillos de una vida. Como escribió Alfredo Armas Alfonso al final de sus cuentos como fórmula para resucitar a Dios: “La patria no es un pedazo de suelo bajo un pedazo de cielo…La patria es también Tura, la hermana de la madre; la otra madre…La patria es el amor de Tura” (Alfredo Armas Alfonso, El Osario de Dios, Caracas, Monte Ávila Editores, 1978, p. 189). Cantó Alí Primera La patria es el hombre y Jorge Luis Borges alabó que la patria somos todos. Así que, recuperemos a nuestros líderes históricos y demos lo mejor por nuestra patria. Hay patria si hay amor, no la hay con egoísmo.
De acuerdo con el DRAE la palabra geopolítica en su tercera acepción significa: “Ciencia que pretende fundar la política nacional o internacional en el estudio sistemático de los factores geográficos, económicos, raciales, culturales y religiosos”. Aunque la palabra geopolítica haya sido acuñada por el general alemán –convertido después en filósofo y geógrafo de la Universidad de Munich luego de la primera guerra mundial- llamado Haushofer, no podemos afirmar que su significado haya estado excluido de las sociedades históricas. Todo lo contrario: aquel que tiene patria, la sostiene con geopolítica. Con razón afirma categóricamente Enrique Dussel: “La patria es la referencia de una identidad procesal, que se va construyendo en la historia, y cuya fidelidad al “acontecimiento fundacional” es necesario renovar continuamente. El “patriotismo” está fuera de moda, pero lo está porque el único patriotismo aceptable es el del Imperio. Todo otro patriotismo es negado. El patriotismo de los Estados periféricos es hoy un vicio. Pienso, sin embargo, que sin la renovación conciente de la afirmación a una tradición patriótica no es posible mover las comunidades políticas periférica “quebradas”, derrotadas, en crisis. Los héroes son los que metafóricamente presentan a la comunidad política dispersa la imagen de su posible reconstrucción” (Enrique Dussel, Política de la liberación: Volumen II Arquitectónica, Caracas, El perro y la rana, 2011, p. 264). Sin embargo, el analista Domingo Alberto Rangel escribe: “La patria, invento o adaptación también de conceptos antiguos a las necesidades del orden moderno, tuvo su cuna también en París. La palabra patria no existe en las lenguas germánicas como el inglés o el alemán. Ella brota o es generada cuando la Revolución Francesa pasa de demagoga a militarista” (Domingo Alberto Rangel, Los tres opios, Quinto Día, 22-29/06/2007). Aunque el exegeta Rangel esté dominado por una conceptualización trasnochada, divulga de manera certera el tipo de doctrina baldía de los postmodernos. Aquella persona que no tiene patria posee una identidad en fuga, difusa. Por lo tanto, hay que renovarnos patrióticamente, tomar conciencia de lo que somos, a qué tierra y a qué historia pertenecemos. Alejándonos de falsos nacionalismos y baratas consignas y eslóganes burdos. Afirmar la voluntad patriótica es derrotar el neocolonialismo, es apoyar el pensamiento constructor de felicidad social y justicia. Porque hay millones que como aquel abuelo homérico de la novela de Luis Britto García Abrapalabra, que llevan la patria: “La patria la trajo en su morral el abuelo desde un páramo, y esperaba regresar vivo para enseñárnosla…Echamos a andar, llevando en los bolsillos la patria” (Luis Britto García, Abrapalabra, Caracas, Monte Ávila Editores, 1980, pp. 136-137). La patria es construcción de humanidad, de almas nobles que no se van a doblegar ante el american way of life o el eurocentrismo. La patria es la cotidianidad de los menesteres sencillos de una vida. Como escribió Alfredo Armas Alfonso al final de sus cuentos como fórmula para resucitar a Dios: “La patria no es un pedazo de suelo bajo un pedazo de cielo…La patria es también Tura, la hermana de la madre; la otra madre…La patria es el amor de Tura” (Alfredo Armas Alfonso, El Osario de Dios, Caracas, Monte Ávila Editores, 1978, p. 189). Cantó Alí Primera La patria es el hombre y Jorge Luis Borges alabó que la patria somos todos. Así que, recuperemos a nuestros líderes históricos y demos lo mejor por nuestra patria. Hay patria si hay amor, no la hay con egoísmo.
martes, 7 de febrero de 2012
CASA INCONCLUSA
casa inconclusa
la morada del hombre,
pisa sus huellas
la luna
en formas de utopías,
paredes como enredaderas crecen
entre el desasosiego
y los menesteres...
La muerte
es un trabajador
más en los dinteles:
somos perífrasis con su arquitectura
la morada del hombre,
pisa sus huellas
la luna
en formas de utopías,
paredes como enredaderas crecen
entre el desasosiego
y los menesteres...
La muerte
es un trabajador
más en los dinteles:
somos perífrasis con su arquitectura
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