martes, 7 de agosto de 2012

SOBRE EL JUICIO CABAL

Por Salvador Montoya/Escritor

Mark Twain escribió que el diablo puede citar la Biblia. Percatarse que de un lado está la verdad y por el otro la naturaleza de la mentira es cuestión del sano juicio o del juicio cabal. Los regímenes políticos tienen una lógica argumentativa que los defienden y los reproducen. Nuestra civilización contemporánea es hija de los hebreos y de la filosofía griega, como a la vez tiene postulados renacentistas y principios de la Ilustración y la Revolución Francesa. Vivimos con juicio cabal al aplicar una dialéctica prudente. La democracia como la filosofía se basa en que ningún tema está fuera de discusión, en que los saberes no se cierran, sino que sus cauces son infinitos. Es lo que llama Wallerstein el im-pensar. Volver a pensar las cosas y tener la sagacidad de enfrentar las conclusiones. Es lo que clásicamente profirió José Ortega y Gasset: Yo soy yo y mi circunstancia, pero pensar es dialogar con mi circunstancia. Borges escribió su obra literaria reflexionando sobre las filosofías occidentales. Porque se vive con juicio cabal conllevando un humanismo liberador. Leo Strauss en su libro Sobre la tiranía afirma que se necesitan gobiernos aristocráticos para que las masas acepten su condición de dominadas y que ese estado no puede cambiar. Lo contrario a un humanismo liberador es la colonialidad. Entender que tu prójimo no es tu enemigo, no es un caos, no es el no-ser, no es la irracionalidad exige un cambio de mentalidad, de cultura humana. Lo cual nos lleva a proclamar que se vive con juicio cabal al servir al prójimo. El problema moral de Juan Pablo Castel, el héroe de la novela breve El Túnel de Ernesto Sábato, era que no podía servir a su sociedad con el sentido de solidaridad y de respeto mutuo, era un atormentado por el salto al vacío. Las sociedades felices y fuertes escogen servir mejor al prójimo.

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