martes, 7 de agosto de 2012

LIDERAZGO DE PROEZAS


Por Salvador Montoya/Escritor

Un liderazgo de proezas produce una sociedad de protagonistas. Nuestra constitución afirma que la democracia debe ser “participativa y protagónica”. Guiar a los pueblos a participar, a convivir, venciendo desafíos requiere de un liderazgo asertivo, dinámico e innovador. El gran escritor alemán Hermann Hesse en su novela Viaje al este describe la travesía de un hombre que desea alcanzar la iluminación. Este hombre se lleva a su mucamo para que lo atienda en el viaje y después de pasar por muchas peripecias y logrando llegar al monasterio para ser sabio, al final se da cuenta que el líder del monasterio era su mucamo. La parábola de Hesse es incisiva: liderar es hacer de otros, a través del servicio, gente de proezas. Nuestro mundo actual tiene fiebre de éxito banal, de farándula burda y en la psique colectiva se crecen ansias de un actuar como si estuviéramos viviendo un espectáculo ensordecedor. Por ello el liderazgo de proezas está bautizado por el desierto. Sólo así obtenemos un carácter xerófilo, afirmamos nuestras raíces, no somos superficiales ni baldíos. Pero también un liderazgo de proezas está bautizado por el agua. El conocimiento, la sabiduría, el sumergirnos en los saberes que nos potencien la vida: ahí está el secreto de las victorias. El diálogo de las ideas cultiva una vida solidaria, desafiante y feliz. Por último, el liderazgo de proezas está bautizado por el fuego, símbolo del avivar, de la actividad que purifica la sociedad. Nuestros problemas de inseguridad, violencia familiar, deserción estudiantil, desempleo tienen solución en el fuego purificador de la verdad, de lo genuino. Carpentier en su novela El siglo de las luces nos argumenta que la vida de los líderes es producción de nueva conciencia, de cultura poderosa por medio de la fraternidad. De tal reto, tales proezas. 

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