martes, 7 de agosto de 2012

EL MAPA DE LO INEVITABLE


Por Salvador Montoya/Escritor

Donde se tenía la granja familiar, que después de la guerra cruel con mis compatriotas endureció vicios en las mentes, ubicamos el arsenal. Los muchos chaguaramos evidenciaban la fiereza de nuestros enemigos. Esa tierra había cambiado para siempre. Antiguamente, allí vivía una joven pintora. Nunca ella fue tan popular como cuando años más tarde se descubrió que había asesinado a su esposo en una ebriedad. Totalmente agónica y con doce perros moraba en la casa. Por las noches, abrazada a una manta, tomando ron, cuidaba sus tiempos y hablaba con su yegua hermosa. Un fuerte estruendo, de madrugada, energúmeno, la despertó. Sin más armas que su desnudez miró el patio lleno de tinieblas y escuchó, aún con sueño, la yegua correr despavorida. Se detuvo ante ella y la vio llorar. Hacia el cielo todo en una quietud inalterable, le invitó a caminar sin fe en su lucidez. Tomó la manta rosada y con el machete emprendió la marcha hacia el fondo de la granja. Nosotros cuando decidimos hacer el búnker, los soldados rechazaban con seguridad total servir de guardias en lo último de esa tierra. La media luna de metal que descubrió la pintora la transformó en el mito de los días en que vivimos. Ella sintió el metal en sus manos, fluía una energía cósmica, que le trepó por todo su torrente sanguíneo y entonces nunca pudo controlar los sueños apocalípticos. Ella entraba en los subconscientes de las personas que tocaba, podía hacerles perder la imaginación. Con las semanas crecía su carnaval de averno y empleó su más preciosos dones en hacer fiestas proféticas. Pero vino la guerra y en los chaguaramos los ahorcaron y los quemaron. La pintora sobreviviente la tomé como testigo de la masacre. No le creí sus menudencias y sus revelaciones hasta que toqué el metal y vi su rostro que era igual al mío. Era un mapa de lo inevitable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario