hago
la llamada:
todo un corazón
espera la voz del cielo,
pero yo no tengo
milagros ni aves ni amaneceres...
soy
sólo
un tejido de auroras
y
hago
la llamada
para invitarte
a la vida que celebro
con
estos pasos
y este racimo de utopías...
miércoles, 29 de agosto de 2012
BITÁCORAS
me fijo
en bitácoras
de viejos tesoros:
sangres y cantos
son tus besos,
inquisitiva celada
mi travesía
hacia tí...
en bitácoras
de viejos tesoros:
sangres y cantos
son tus besos,
inquisitiva celada
mi travesía
hacia tí...
PARA SER UN CIUDADANO EJEMPLAR
Por Salvador
Montoya/Escritor
Para ser un
ciudadano ejemplar en Venezuela sólo se tiene que llamar a la población
venezolana a encender chaguaramos, ¿verdad, Goicochea?
Para ser un
ciudadano probo en Venezuela sólo tienes que decir que mentirle a la población
es justo y necesario, ¿verdad, Petkoff?
Para ser un
ciudadano de moral en Venezuela sólo tienes que invadir embajadas extranjeras
con turbas de gentes llenas de odios, ¿verdad, Capriles Radonsky?
Para ser un
ciudadano justo en Venezuela sólo tienes que sacar fuera del aire al canal de
todos los venezolanos, ¿verdad, Enrique Mendoza?
Para ser un
ciudadano pulcro en Venezuela sólo tienes que ufanarte de que tú especulas pero
das empleo, ¿verdad, Guillermo Zuloaga?
Para ser un
ciudadano decente en Venezuela sólo tienes que afirmar que dar un golpe de
estado es un acto de heroísmo civil, ¿verdad, Carmona Estanga?
Para ser un
ciudadano culto en Venezuela sólo tienes que proclamar que la población de los
barrios son insectos sociales, ¿verdad, Tulio Hernández?
Para ser un
ciudadano de primera línea en Venezuela sólo tienes que determinar que los
canales de televisión están para crear matrices de opinión, ¿verdad, Carla
Angola?
Para ser un
ciudadano de alto quilate en Venezuela sólo tienes que declarar que el
magnicidio es un servicio de justicia social, ¿verdad, Rafael Poleo?
Para ser un
ciudadano responsable en Venezuela sólo tienes que robarle los préstamos
bancarios a la gente y fugarte del país, ¿verdad, Nelson Mezerhane?
Para ser un
ciudadano santo en Venezuela sólo tienes que creer que los niños pobres
nacieron para servir a los niños ricos, ¿verdad, Cardenal Urosa Sabino?
Todo lo ejemplar y honesto, lo que lleva buen
nombre: eso imitad...
martes, 7 de agosto de 2012
CALABOZO: MODO DE PENSAR Y COLONIALIDAD DEL SABER
Por Salvador Montoya/Escritor
Afirma el
científico japonés Magoroh Maruyama que: “En cada cultura un determinado modo
de pensar tiende a volverse dominante, a influir, modificar, suprimir o
explotar a los demás”. Nuestra ciudad pujante de Calabozo no escapa a esa
realidad contradictoria. Y más cuando los símbolos que vinculan ese saber con
la identidad histórica los resaltan y los redimen. Sin embargo, al ofrecer
obras que busquen exaltar eventos históricos se debe tener un basamento
fidedigno para proyectarlas. Pierre Bordieu declaraba que la mentira es violencia
simbólica. Dos ejemplos certeros los ubicamos en nuestra vivencia citadina: la
Redoma La Fundación que está al comienzo de la avenida 23 de enero y el
novísimo himno de Calabozo “Villa Heroica”. Estos dos símbolos carecen de
evidencias históricas. Al observar la escultura de la fundación notamos que
nuestros indígenas tienen una actitud de contemplación, parecen satisfechos por
el hecho de ser colonizados, además la obra artística tiene un aura de santidad
falsa pues así no se hacían las fundaciones. Con razón escribe Luis Britto
García: “En el origen de toda urbe hay un mito espantable…; nace… la mayoría de
las ciudades latinoamericanas, de masacres rituales de sus pobladores
originarios. La mano que sacrificó la víctima fundó la ciudad.” (Luis Britto García,
Por los signos de los signos,
Caracas, Monte Ávila Editores, 2006, p.261). ¿Por qué el artista y los
historiadores que apoyaron ese monumento no hablaron de los indígenas
masacrados, de la cacique María de los Ángeles, de los asesinatos por adueñarse
de las tierras indígenas? (Véase los libros de Armas Chitty, Castillo Lara, entre otros).
Puedo entender que se conmemore la fundación de la ciudad pero no que
resaltemos un símbolo de esclavitud. ¿Pensarán que somos incultos y mediocres?
Por otro lado, con gran alborozo se celebró la concreción del himno de Calabozo
escrito por el profesor Rafael Delgado y la música hecha por Rafael Santamaría.
No obstante, la letra incurre en puerilidades. Dice el coro injusto: “Oh
titánica acción misional/ Primigenia Cádiz y San Miguel/En febrero un mes
estival/ floreció sobre el lindo vergel”. ¿Llamamos florecer a la “titánica
acción misional” de matar personas? ¿Eso es lo que debemos cantar con gozo y
orgullo? ¿“Florecer sobre el lindo vergel” es la metáfora de estar agradecidos
por la colonización? ¿No se tuvo que
fundar dos veces Calabozo porque la primera vez los indígenas huyeron de las
misiones? ¿Celebran en España la hazaña de María de los Ángeles y de la
resistencia indígena? Respeto el don
artístico de Delgado y de Santamaría pero esa letra pertenece a la colonialidad
del saber (Véase Walter Mignolo, Enrique Dussel). José Martí escribió: “Ser
cultos para ser libres”. Nuestra cultura y sus símbolos deben celebrar la
libertad con el rigor preciso a los datos históricos. Porque el peligro latente
de conmemorar lo incierto nos hace viles.
EL MAPA DE LO INEVITABLE
Por Salvador Montoya/Escritor
Donde se
tenía la granja familiar, que después de la guerra cruel con mis compatriotas
endureció vicios en las mentes, ubicamos el arsenal. Los muchos chaguaramos
evidenciaban la fiereza de nuestros enemigos. Esa tierra había cambiado para
siempre. Antiguamente, allí vivía una joven pintora. Nunca ella fue tan popular
como cuando años más tarde se descubrió que había asesinado a su esposo en una
ebriedad. Totalmente agónica y con doce perros moraba en la casa. Por las
noches, abrazada a una manta, tomando ron, cuidaba sus tiempos y hablaba con su
yegua hermosa. Un fuerte estruendo, de madrugada, energúmeno, la despertó. Sin
más armas que su desnudez miró el patio lleno de tinieblas y escuchó, aún con
sueño, la yegua correr despavorida. Se detuvo ante ella y la vio llorar. Hacia
el cielo todo en una quietud inalterable, le invitó a caminar sin fe en su
lucidez. Tomó la manta rosada y con el machete emprendió la marcha hacia el
fondo de la granja. Nosotros cuando decidimos hacer el búnker, los soldados rechazaban
con seguridad total servir de guardias en lo último de esa tierra. La media
luna de metal que descubrió la pintora la transformó en el mito de los días en
que vivimos. Ella sintió el metal en sus manos, fluía una energía cósmica, que
le trepó por todo su torrente sanguíneo y entonces nunca pudo controlar los
sueños apocalípticos. Ella entraba en los subconscientes de las personas que
tocaba, podía hacerles perder la imaginación. Con las semanas crecía su
carnaval de averno y empleó su más preciosos dones en hacer fiestas proféticas.
Pero vino la guerra y en los chaguaramos los ahorcaron y los quemaron. La
pintora sobreviviente la tomé como testigo de la masacre. No le creí sus
menudencias y sus revelaciones hasta que toqué el metal y vi su rostro que era
igual al mío. Era un mapa de lo inevitable.
LIDERAZGO DE PROEZAS
Por Salvador Montoya/Escritor
Un liderazgo
de proezas produce una sociedad de protagonistas. Nuestra constitución afirma
que la democracia debe ser “participativa y protagónica”. Guiar a los pueblos a
participar, a convivir, venciendo desafíos requiere de un liderazgo asertivo,
dinámico e innovador. El gran escritor alemán Hermann Hesse en su novela Viaje al este describe la travesía de un
hombre que desea alcanzar la iluminación. Este hombre se lleva a su mucamo para
que lo atienda en el viaje y después de pasar por muchas peripecias y logrando
llegar al monasterio para ser sabio, al final se da cuenta que el líder del
monasterio era su mucamo. La parábola de Hesse es incisiva: liderar es hacer de
otros, a través del servicio, gente de proezas. Nuestro mundo actual tiene
fiebre de éxito banal, de farándula burda y en la psique colectiva se crecen
ansias de un actuar como si estuviéramos viviendo un espectáculo ensordecedor.
Por ello el liderazgo de proezas está bautizado por el desierto. Sólo así
obtenemos un carácter xerófilo, afirmamos nuestras raíces, no somos superficiales
ni baldíos. Pero también un liderazgo de proezas está bautizado por el agua. El
conocimiento, la sabiduría, el sumergirnos en los saberes que nos potencien la
vida: ahí está el secreto de las victorias. El diálogo de las ideas cultiva una
vida solidaria, desafiante y feliz. Por último, el liderazgo de proezas está
bautizado por el fuego, símbolo del avivar, de la actividad que purifica la
sociedad. Nuestros problemas de inseguridad, violencia familiar, deserción
estudiantil, desempleo tienen solución en el fuego purificador de la verdad, de
lo genuino. Carpentier en su novela El
siglo de las luces nos argumenta que la vida de los líderes es producción
de nueva conciencia, de cultura poderosa por medio de la fraternidad. De tal
reto, tales proezas.
POCATERRA EN SU ISLA
Por Salvador Montoya/Escritor
José Rafael Pocaterra ingiere el licor grisáceo, da gracias por el valor de su enojo, caído en trampas, ayer nada más, hubiera desecho sus apotegmas y habría en el vacío de la muerte nadado. Huyes por los mismos pasos del soldado tricolor, no quiero escucharte, esta vez me vengaré de tus insípidos monólogos. Ni que me respondas con insultos me alejaré de decirte la verdad. La casa que resguarda al escritor guerrero tiene medio techo volado, esos vientos huracanados isleños lo rompen todo. Su alma es una tempestad. Decidir la suerte de un pueblo a través de una invasión, ¿es algo literario? Me dices que me acuerde de la Ilíada. ¿Cuándo fue que la leíste por primera vez? El coraje es tener los fuegos de la vida en la tinta y en la sangre. Algunos perros ladran tu actitud desesperada, murieron llevando una bandera aniquilada de ausencias tus camaradas. Necesito que te pongas furioso. El perro que sacude su cola por ti, escarba con sus patas delanteras la tierra que desconoces. Saca un hueso largo, negro, como caña vieja y se va en una estampida. Pocaterra lo mira, parece envidiarle la suerte. Él también estaba en una travesía al centro de su terredad. Una vieja por la verja, al extender la ropa lavada, le hace un guiño, precavida, escupe una bola de tabaco. Deja caer Pocaterra el licor en el suelo sediento, sube el fusil a su espalda y toma el sendero de los perros. El puerto está a dos calles. La isla esa tarde tenía un olor desértico. Esperando la barca con unas olas moribundas, el eco de algunos pelícanos le esconde el sol que le da en la vista. La vieja sale al frente de la casa con unas ramas secas y mira hacia el cielo como rezando. Desde la barca, cuando el mar lo sostenía desesperado, la vieja le manda un beso y él lo recibe con las lágrimas de su derrota.
José Rafael Pocaterra ingiere el licor grisáceo, da gracias por el valor de su enojo, caído en trampas, ayer nada más, hubiera desecho sus apotegmas y habría en el vacío de la muerte nadado. Huyes por los mismos pasos del soldado tricolor, no quiero escucharte, esta vez me vengaré de tus insípidos monólogos. Ni que me respondas con insultos me alejaré de decirte la verdad. La casa que resguarda al escritor guerrero tiene medio techo volado, esos vientos huracanados isleños lo rompen todo. Su alma es una tempestad. Decidir la suerte de un pueblo a través de una invasión, ¿es algo literario? Me dices que me acuerde de la Ilíada. ¿Cuándo fue que la leíste por primera vez? El coraje es tener los fuegos de la vida en la tinta y en la sangre. Algunos perros ladran tu actitud desesperada, murieron llevando una bandera aniquilada de ausencias tus camaradas. Necesito que te pongas furioso. El perro que sacude su cola por ti, escarba con sus patas delanteras la tierra que desconoces. Saca un hueso largo, negro, como caña vieja y se va en una estampida. Pocaterra lo mira, parece envidiarle la suerte. Él también estaba en una travesía al centro de su terredad. Una vieja por la verja, al extender la ropa lavada, le hace un guiño, precavida, escupe una bola de tabaco. Deja caer Pocaterra el licor en el suelo sediento, sube el fusil a su espalda y toma el sendero de los perros. El puerto está a dos calles. La isla esa tarde tenía un olor desértico. Esperando la barca con unas olas moribundas, el eco de algunos pelícanos le esconde el sol que le da en la vista. La vieja sale al frente de la casa con unas ramas secas y mira hacia el cielo como rezando. Desde la barca, cuando el mar lo sostenía desesperado, la vieja le manda un beso y él lo recibe con las lágrimas de su derrota.
SOBRE EL JUICIO CABAL
Por Salvador Montoya/Escritor
Mark Twain escribió que el diablo puede citar la Biblia. Percatarse que de un lado está la verdad y por el otro la naturaleza de la mentira es cuestión del sano juicio o del juicio cabal. Los regímenes políticos tienen una lógica argumentativa que los defienden y los reproducen. Nuestra civilización contemporánea es hija de los hebreos y de la filosofía griega, como a la vez tiene postulados renacentistas y principios de la Ilustración y la Revolución Francesa. Vivimos con juicio cabal al aplicar una dialéctica prudente. La democracia como la filosofía se basa en que ningún tema está fuera de discusión, en que los saberes no se cierran, sino que sus cauces son infinitos. Es lo que llama Wallerstein el im-pensar. Volver a pensar las cosas y tener la sagacidad de enfrentar las conclusiones. Es lo que clásicamente profirió José Ortega y Gasset: Yo soy yo y mi circunstancia, pero pensar es dialogar con mi circunstancia. Borges escribió su obra literaria reflexionando sobre las filosofías occidentales. Porque se vive con juicio cabal conllevando un humanismo liberador. Leo Strauss en su libro Sobre la tiranía afirma que se necesitan gobiernos aristocráticos para que las masas acepten su condición de dominadas y que ese estado no puede cambiar. Lo contrario a un humanismo liberador es la colonialidad. Entender que tu prójimo no es tu enemigo, no es un caos, no es el no-ser, no es la irracionalidad exige un cambio de mentalidad, de cultura humana. Lo cual nos lleva a proclamar que se vive con juicio cabal al servir al prójimo. El problema moral de Juan Pablo Castel, el héroe de la novela breve El Túnel de Ernesto Sábato, era que no podía servir a su sociedad con el sentido de solidaridad y de respeto mutuo, era un atormentado por el salto al vacío. Las sociedades felices y fuertes escogen servir mejor al prójimo.
Mark Twain escribió que el diablo puede citar la Biblia. Percatarse que de un lado está la verdad y por el otro la naturaleza de la mentira es cuestión del sano juicio o del juicio cabal. Los regímenes políticos tienen una lógica argumentativa que los defienden y los reproducen. Nuestra civilización contemporánea es hija de los hebreos y de la filosofía griega, como a la vez tiene postulados renacentistas y principios de la Ilustración y la Revolución Francesa. Vivimos con juicio cabal al aplicar una dialéctica prudente. La democracia como la filosofía se basa en que ningún tema está fuera de discusión, en que los saberes no se cierran, sino que sus cauces son infinitos. Es lo que llama Wallerstein el im-pensar. Volver a pensar las cosas y tener la sagacidad de enfrentar las conclusiones. Es lo que clásicamente profirió José Ortega y Gasset: Yo soy yo y mi circunstancia, pero pensar es dialogar con mi circunstancia. Borges escribió su obra literaria reflexionando sobre las filosofías occidentales. Porque se vive con juicio cabal conllevando un humanismo liberador. Leo Strauss en su libro Sobre la tiranía afirma que se necesitan gobiernos aristocráticos para que las masas acepten su condición de dominadas y que ese estado no puede cambiar. Lo contrario a un humanismo liberador es la colonialidad. Entender que tu prójimo no es tu enemigo, no es un caos, no es el no-ser, no es la irracionalidad exige un cambio de mentalidad, de cultura humana. Lo cual nos lleva a proclamar que se vive con juicio cabal al servir al prójimo. El problema moral de Juan Pablo Castel, el héroe de la novela breve El Túnel de Ernesto Sábato, era que no podía servir a su sociedad con el sentido de solidaridad y de respeto mutuo, era un atormentado por el salto al vacío. Las sociedades felices y fuertes escogen servir mejor al prójimo.
EL LEÑADOR
Por Salvador Montoya/ Escritor
El leñador enmudecido, sangrando, con el hacha en la mano, toma el camino de regreso. Está nevando, y él evade pensar en el clima, sin embargo unos árboles soñadores abren, desconociéndolo, secretos dulces, gigantes, húmedos. Su madre, aquella yerbatera indígena, guerrera de la noche, perforó, hace años, cuando la infancia sonrojaba los temores, una danza de fuegos terrestres. Era la caza de los días tristes. Ella había guiado a la masa hambrienta a un huerto fructífero. Los niños perseguían con perros flacos, dominados de tiempos, las venturas de los mortales. Pero ella no estaba confiada, alguien la perseguía. No podía ser el marido. Éste ya estaba muerto, ella misma lo aniquiló con un brebaje. Aquellos eran los días de la ira. Los hombres codiciosos, fulminaron la tierra con fiestas de guerras y licores. La historia pasada no estimulaba al leñador. Sólo le faltaban algunos trechos para estar libre. Olía el atardecer a carne quemada. Había gentes gritando a lo lejos que no esperaban valientes protectores. Continuó callado, pensando en la madre, en la sangre derramada. Él tenía el deber de guardar el secreto del pueblo. Necesitaba volver a casa y recuperar la piel sagrada. ¿Y si se hacía el fugitivo? Había una gruta donde no lo encontrarían. Tuvo sed y se agachó, dijo unas palabras sanadoras, y continuó su caminar. Vio el pueblo devastado, la luna blanca y el humo envolviendo la oscuridad. Ya todos eran prisioneros, otros contarían sus pasiones, las razones de su existencia. La piel sagrada protegía una tabla tallada, con figuras terribles marcaba los signos de la vida. El leñador la observó, admirado, como la primera vez. Sabía que estaba desnudo: como la utopía de su pueblo. Su madre se encontraba encadenada al olvido, sus gentes oprimidas por los fuertes y él siendo el sacrificio de la esperanza.
El leñador enmudecido, sangrando, con el hacha en la mano, toma el camino de regreso. Está nevando, y él evade pensar en el clima, sin embargo unos árboles soñadores abren, desconociéndolo, secretos dulces, gigantes, húmedos. Su madre, aquella yerbatera indígena, guerrera de la noche, perforó, hace años, cuando la infancia sonrojaba los temores, una danza de fuegos terrestres. Era la caza de los días tristes. Ella había guiado a la masa hambrienta a un huerto fructífero. Los niños perseguían con perros flacos, dominados de tiempos, las venturas de los mortales. Pero ella no estaba confiada, alguien la perseguía. No podía ser el marido. Éste ya estaba muerto, ella misma lo aniquiló con un brebaje. Aquellos eran los días de la ira. Los hombres codiciosos, fulminaron la tierra con fiestas de guerras y licores. La historia pasada no estimulaba al leñador. Sólo le faltaban algunos trechos para estar libre. Olía el atardecer a carne quemada. Había gentes gritando a lo lejos que no esperaban valientes protectores. Continuó callado, pensando en la madre, en la sangre derramada. Él tenía el deber de guardar el secreto del pueblo. Necesitaba volver a casa y recuperar la piel sagrada. ¿Y si se hacía el fugitivo? Había una gruta donde no lo encontrarían. Tuvo sed y se agachó, dijo unas palabras sanadoras, y continuó su caminar. Vio el pueblo devastado, la luna blanca y el humo envolviendo la oscuridad. Ya todos eran prisioneros, otros contarían sus pasiones, las razones de su existencia. La piel sagrada protegía una tabla tallada, con figuras terribles marcaba los signos de la vida. El leñador la observó, admirado, como la primera vez. Sabía que estaba desnudo: como la utopía de su pueblo. Su madre se encontraba encadenada al olvido, sus gentes oprimidas por los fuertes y él siendo el sacrificio de la esperanza.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)