martes, 20 de octubre de 2009

IMPERTINENTE (fragmento de mi tercera novela)

Una tarde en que se fue la luz eléctrica consiguió un azimut para comprender la mente humana: dos hombres se enfrentaban con violencia por una mujer. Uno armado con un bate de béisbol y el otro con un machete tres canales, se debatían con furia por un problema que con un sí o con no de parte de la fémina determinaba la situación. El alboroto de la gente, las lágrimas de la mujer aturdida, la sangre que cubría el rostro de los peleadores, el chisme que ardía cada vez más, la incomprensión de los niños, la celebración de los borrachos y la indignación de las abuelas hizo que apareciera Don Joaquin y Arepa. Don Joaquín percutó la escopeta hacia el aire y hubo una paralización espontánea. Uno de los peleadores caía al suelo medio muerto. La turba se dispersó, se llevaron al moribundo, el otro lloraba la victoria, la mujer apreciada por los dos le miraba fijamente con una soledad turbia en los ojos, Matar a tu propio hermano no soluciona nada. Al hombre las manos le temblaban y corrió a los pies de la mujer, se abrazó a ellos, esta le arañaba la cara y le halaba los cabellos, le gritaba improperios. Don Joaquin inmovilizado se acercó a la pareja, luego acarició a Arepa el cual olía la sangre perturbadora. El viejo le dió un fuerte culatazo al hombre que se desplomó al suelo como un rayo y percutó sobre la mujer al decirle: ¡Perra! El cuerpo femenino no se movió mucho pero estremeció la tierra. Arepa observó al viejo de pie, en el medio de los dos cuerpos, con los cabellos canosos y la piel curtida, la luna resplandecía con fuerza. El hombre caído trataba de levantarse y el viejo le gritó: ¡Levántate como un hombre! y le ofreció la escopeta cargada. El hombre se incorporó y tomó la escopeta, Nos vemos en el infierno papá y abrió fuego. Arepa lloró con ira. El hombre le dió de patadas, ¡Perro marisco! El hombre se lanzó sobre el cuerpo de la mujer y la besaba, se sentó sobre la tierra después, y la puso en su regazo. Arepa no se alejó mucho de Don Joaquín para saber que todavía el viejo estaba vivo. Ladró muchas veces como alejando la muerte pero no ganó la batalla.

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