si los niños
renunciaran a la imaginación
quizás los árboles
los enloquecerían con la fe
y lo verde de sus hojas
serían alas
para hacer dormir soles
y soñar no mudará
de lugar en el alma
porque mi sangre y mi voz
derramadas con los vinos
y los golpes del destino
han mellado
las distancias de los placeres
pero todas
las derrotas
son fieles a tus intuiciones.
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