mi pacto
es jamàs traicionarme
y aburrirme siempre
de la felicidad
porque la poesìa
no se reserva
el derecho de admisiòn
ya que
no puede desplazar
una puesta de sol
aunque
la evoque con belleza
majestuosa,
y en esta futilidad
productiva
solo
volvemos
hambrientos
a comer el fruto prohibido.
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