domingo, 4 de septiembre de 2011

LA MAGIA DE GALEANO


Leer a Galeano es una de las experiencias perennes que te multiplican el alma...Salvador Montoya



El destino

Albert Londres había viajado a través del mundo y de las gentes y había escrito veinte libros. Había escuchado y contado historias de locos y desterrados, atletas y malandrines, guerreros y damas de la noche. Había escrito sobre los hervideros de furia de los Balcanes y de Argelia y sobre la trata de negros en Dakar y la trata de blancas en Buenos Aires. Había compartido las aventuras y las desventuras de los soldados en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, los revolucionarios en las barricadas de Rusia y China, los pescadores de perlas en el golfo de Adén y los presos condenados a infierno perpetuo en la cárcel de Cayena.
Albert había escrito mucho y había andado mucho, hasta más allá del horizonte, cuando una noche encontró lo que buscaba sin saber qué buscaba. Los dioses tuvieron la gentileza o cometieron la crueldad de revelarle lo que él había estado esperando, sin saber qué esperaba, durante todos sus años de vida peregrina. Ocurrió en China, y Albert se puso a escribir un libro que ocupó, desde entonces, todas las horas de su vigilia y de su sueño. Escribió sin parar, sin comer ni dormir, para eso había nacido, ése era el primero y el último y el único libro entre todos sus libros: escribió en la tierra y en la mar, empezó a escribir encerrado en su habitación de un hotel de Shanghai y después siguió escribiendo encerrado en su camarote de un barco llamado "Georges Philppar". Durante todos los días y las noches de la navegación, escribió y escribió, hasta que al llegar a las aguas del mar Rojo el barco se incendió y él no tuvo másremedio que salir a cubierta y a los empujones fue metido en el bote salvavidas.
Ya el bote se estaba alejando del naufragio, cuando Albert se golpeó la frente, gritó ¡mi libro! y se echó al agua. Nadando, llegó. Trepó como pudo al barco en llamas y se metió en el fuego, donde su libro ardía.
Y nunca más se supo de ninguno de los dos.

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